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Vivan los novios

No tengo iPhone. (En serio). Pero me encantaría poder hacer uso voluntario de su corrector, al que propondré para el Pulitzer un día de estos por su increíble capacidad para expresar lo que uno quiere decir, pero no se atreve a escribir. Lo compruebo con los mensajes de mis allegados; constantemente. Soy capaz de averiguar lo que están pensando a través de su ortografía mutante. Juegos de palabras infinitos, a veces tan ácidos que corroen pantallas.

Recomiendo a aquellos columnistas de (no) referencia con ganas de destacar y (muy) pobres resultados que se agencien uno. Comprobaríamos sus verdaderas intenciones periodísticas a riesgo de sufrir determinados efectos secundarios. Aunque después de saber que el uso de Twiter y Facebook es ahora mismo una cuestión hormonal, mirar a la cara a determinados periodistas y políticos, entre otros recién, va a resultar un desafío sólo comparable a aguantar entre las manos una copa gigante sin gritar «waka consuelo». Cosas del fútbol.

Obama, como no podía ser de otra manera, ha reaccionado convocando una entrevista a través de la red social. Un gran orgasmo informativo. Veremos si Zapatero consigue lo propio en YouTube (dejen sus preguntas, yo ya lo he hecho). Lo malo es que después no vamos a poder fumar, y el horno no está para bollos, que dirían Rosa María Artal y compañía. A ver si el emir de Catar (antes Qatar) se deja arrancar unas propinas durante su visita a España, que vamos faltos de liquidez. Asesor del defensor del cliente de la SGAE, lo nombraría yo.

Va a perderse el jefe de Estado la lluvia y las procesiones (ateos incluidos), pero seguro que, a falta de torrijas, se lleva en la maleta un par de huevos (de chocolate, de pascua, no me sean) y otro de exmendigos. Su mujer partirá entonces hacia la boda del año, que se prevé sobrenarrada a la vez que azuzada; titulada para Google, monetizada hasta el orbyt, con perdón. Casarse es, sin duda, un modelo de negocio: ¿o que son, si no, las fusiones?; estamos en temporada de enlaces, inaugurada por la OTAN y la Coalición. Vivan los novios.

Estas fiestas siempre terminan de la misma manera: con una exaltación de la amistad, con una conga multitudinaria. Lo que no se tiene en cuenta, normalmente, es que aquellos que caminan bailando hacia delante sin mirar atrás van pisando a otros, a los que no han sido invitados. Acordémonos de los Brabos y los Vittorios, de Hetherington, Hondros y los anónimos que ya no son noticia por el cansancio sabido de emisor y receptor. Vamos tan deprisa que olvidamos a lo Memento y sentenciamos como la reina de corazones

Tralarí, tralarí

Creo que a partir de ahora todos deberíamos empezar nuestros escritos con el clásico «It is with great sadness that…», que queda muy cool y adorna a la par que transmite. ¿El qué? Pues buena pregunta. Quizá el abuelo de la ikastola soltó la frase al llegar a casa y descubrir que se había llevado a otro niño. Pobre. Eva Longoria y yo se la prestamos también a Zapatero en su versión pesimista. No se respira alegría en el ambiente.

¿A quién no le crea desasosiego que Partido Popular y Gobierno se enzarcen a lo P.Tinto con el asunto de El Aaiún?: en el Congreso, en el Senado, en el despachito de la fábrica (tralarí, tralarí), etc. Entre tanto reproche sólo se atisban un par -a lo sumo tres- de intenciones sinceras. Ponchos y responsabilidades político-administrativas aparte. Una pena. Puedo entender la prudencia, aunque la diplomacia saca muchas veces de quicio.

Por eso me sorprendió que Pons y Uriarte, entre otros, marcharan tras una pancarta que gritaba que Marruecos es un Estado genocida. ¿Se darían cuenta? No había, por contra, nadie relevante del PSOE salvo Elorza. ¿Se darían cuenta? El conflicto del Sáhara es viejo, como las momentáneas ganas de protagonismo que a veces nos pueden, y me incluyo, a los periodistas. Esos incómodos profesionales que sulfuran al líder (e hijo). Así es.

Es inconcebible que aún haya quien crea que por censurar se va a dejar de informar, o peor, que vamos a dejar de saber qué pasa. Estamos en el siglo XXI, en el que la red social más usada del mundo parirá un correo electrónico que para mi abuela, la que cree que Internet tiene algo de maligno, la que me pide que pregunte sobre cosas varias «a quien te conteste» en el netbook, seguirá siendo nada más que una arroba (la de toda la vida).

Está claro que se trata de algo generacional. Como la caligrafía y la twittergrafía o Cruella de Vil y el iPañal (WTF!). Abismos de la sociedad. Nos enfrentan, nos hacen elegir entre Lady Di y Letizia, entre Kurosawa y Kawasaki, entre Portugal e Irlanda. Aunque lo tenemos más fácil que la Unesco sopesando qué es Patrimonio Cultural Inmaterial (?), quitándole trabajo a Ferrán Adriá y renombrando -deconstruyendo- la dieta mediterránea.

Muy de Berlanga, por cierto, lo del flamenco, los tertulianos y los orgasmos en Cataluña. Queramos o no, el Made in Spam -perdón, Spain- lo llevamos bien cosido, como las iniciales de las camisas de Bono (en efecto, J.B.), con el que compartí café y croissants esta semana. Admiro la paciencia con la que modera esos plenos teatrales y hasta lo veo -ojalá- presidiendo un debate sobre la #redneutral, buscando -como tantos- el concepto en su iPhone 4.

Sorpresas

Oh (je), pues resulta que todo apunta a que el Kanchenjunga es más español que surcoreano. Cosas de la competición, que pone al límite a todo aquel que (cree que) tiene algo por lo que luchar. Es un concepto que gente como Camps comprende perfectamente, alardeando de su intocabilidad suprema frente a tempestades y terremotos, como Braveheart pero sin la cara pintada, que desluce bastante el look chaquetero. La misma prudencia exigible a aquel que eleva su condición de imputado a la de condenado, debería ser autoaplicada (#autofacts) en este caso, y en otros tantos también. Un poquito de por favor, un poquito de sensatez.

No se trata de lavar los trapos sucios en casa, se trata de hacerlo con el jabón adecuado y el quitamanchas justo. Pero sin pasarse de suavizante, que luego nos quejamos de que la privacidad noséqué; ojo, Mark Zuckerberg. Probando de su propia medicina –metáfora jacta est– se encuentra el visionario creador de Facebook, viendo compartida y con ficción su juventud en una pantalla grande. Tenía que llegar, lo tuvo que saber. Preferimos, de siempre, darle pompa a lo turbio. Por eso, menos en las casas reales, las bodas se celebran en privado y los divorcios en público, que goza como nunca de la tirada de trastos.

Y los medios también, para qué nos vamos a engañar. Dedicándole tiempo a huidas tuiteras y venganzas radiofónicas, de las que esperamos que salgan bien parados los profesionales que, al fin y al cabo y a pesar de que su trabajo no apasione a todos, merecen un respeto. Hasta una, a la que no le gusta el fútbol, vivió el momento despegue del split deportivo con bastante curiosidad: de-formación-profesional. Pero es que, hoy por hoy, es mucho más interesante, por ejemplo, que las sesiones de control, que como no empiecen a ser emitidas en 3D -cedo la idea-, van a perder audiencia. Queremos otras gafas con las que mirar ya.

Esas con las que ahora nos miran, desde dentro, los 33 mineros atrapados con su propia existencia. Se admiten apuestas sobre hasta qué día seguiremos sus andanzas, si es que no les pasa nada nuevo. Se admiten teorías sobre qué televisión convertirá el tema, como un diario preconiza hoy con una poco afortunada comparación, en el Gran Hermano social de nuestros días. Cuando se cumple una semana de la <ironic mode> apasionante </> entrevista al tal Gómez, nos ha quedado claro que el espectáculo no tiene límites ni, en ciertos casos, gente que lo sepa sacar adelante. Es difícil saber si aún se nos puede sorprender.


twitter / MirenM

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