Creo que a partir de ahora todos deberíamos empezar nuestros escritos con el clásico «It is with great sadness that…», que queda muy cool y adorna a la par que transmite. ¿El qué? Pues buena pregunta. Quizá el abuelo de la ikastola soltó la frase al llegar a casa y descubrir que se había llevado a otro niño. Pobre. Eva Longoria y yo se la prestamos también a Zapatero en su versión pesimista. No se respira alegría en el ambiente.
¿A quién no le crea desasosiego que Partido Popular y Gobierno se enzarcen a lo P.Tinto con el asunto de El Aaiún?: en el Congreso, en el Senado, en el despachito de la fábrica (tralarí, tralarí), etc. Entre tanto reproche sólo se atisban un par -a lo sumo tres- de intenciones sinceras. Ponchos y responsabilidades político-administrativas aparte. Una pena. Puedo entender la prudencia, aunque la diplomacia saca muchas veces de quicio.
Por eso me sorprendió que Pons y Uriarte, entre otros, marcharan tras una pancarta que gritaba que Marruecos es un Estado genocida. ¿Se darían cuenta? No había, por contra, nadie relevante del PSOE salvo Elorza. ¿Se darían cuenta? El conflicto del Sáhara es viejo, como las momentáneas ganas de protagonismo que a veces nos pueden, y me incluyo, a los periodistas. Esos incómodos profesionales que sulfuran al líder (e hijo). Así es.
Es inconcebible que aún haya quien crea que por censurar se va a dejar de informar, o peor, que vamos a dejar de saber qué pasa. Estamos en el siglo XXI, en el que la red social más usada del mundo parirá un correo electrónico que para mi abuela, la que cree que Internet tiene algo de maligno, la que me pide que pregunte sobre cosas varias «a quien te conteste» en el netbook, seguirá siendo nada más que una arroba (la de toda la vida).
Está claro que se trata de algo generacional. Como la caligrafía y la twittergrafía o Cruella de Vil y el iPañal (WTF!). Abismos de la sociedad. Nos enfrentan, nos hacen elegir entre Lady Di y Letizia, entre Kurosawa y Kawasaki, entre Portugal e Irlanda. Aunque lo tenemos más fácil que la Unesco sopesando qué es Patrimonio Cultural Inmaterial (?), quitándole trabajo a Ferrán Adriá y renombrando -deconstruyendo- la dieta mediterránea.
Muy de Berlanga, por cierto, lo del flamenco, los tertulianos y los orgasmos en Cataluña. Queramos o no, el Made in Spam -perdón, Spain- lo llevamos bien cosido, como las iniciales de las camisas de Bono (en efecto, J.B.), con el que compartí café y croissants esta semana. Admiro la paciencia con la que modera esos plenos teatrales y hasta lo veo -ojalá- presidiendo un debate sobre la #redneutral, buscando -como tantos- el concepto en su iPhone 4.