Efectos secundarios

«Vamos, Dios del fútbol, prémianos…». Frases como esta plagaban bocas y mentes a lo largo y ancho del territorio patrio. Señoras de rojo con fajines amarillos -verídidico- y niños imaginando ser Villa o Puyol vagaban por las calles esperando la señal divina. Esa que un pulpo mediático, digno de un promoted, se atrevió a pronosticar para nuestro regocijo; el de los periodistas, digo. Los nervios y la falta de noticias hicieron el resto en días previos, y seguramente así ocurrirá en días venideros. Esto no es nuevo, aunque esta vez hemos contribuido como nunca al cuelgue nacional, metadona en vena sin efectos secundarios.

Quedará para la historia, eso sí, una Selección solvente y segura, con poder para contentar al forofo, para sacarle una media sonrisa al indiferente. Habrá que comprobar los datos de audiencia: se augura un gol de Telecinco, al que ayudaron la prórroga y las lágrimas de Casillas; y quizá un corner general para Cuatro, que se esforzó de lo lindo para competir. En cualquier caso, la finalísima no podía ser fácil, no era justo, ni para el público lejano, ni para el presente, ni para el patrocinador, ni para el señor árbitro, saco de golpes inevitable. Ni siquiera para los naranjas, pasados de rosca hasta el último minuto.

Sufrir mola mucho más. Otros lo hacemos pensando en la pasta que se ha movido alrededor del Jabulani. Los tres primeros spots post encuentro fueron de cerveza, zumo y telefonía: a la altura del betún habrá quedado Nochevieja, suponemos. Vaticinan otros que esto reactivará nuestro turismo, entendemos que no de holandeses o alemanes, ¿o sí? En cuanto a la cuestión fundamental, el stock de vuvuzelas -trompetas de toda la vida, vamos- en las casas acabará siendo un problema a largo plazo, mental y ecológico. «Son un ejemplo para la sociedad», se oía en televisión. De acuerdo, aunque ésta sólo reaccione al son de un silbato, añado.

Pasado el terremoto del Mundial por Sudáfrica volveremos a hablar muy poco de ese país y de  su continente. Ahora todos nos vamos de vacaciones con un peso menos y ganas de continuar la juerga que los jefes nos toleran. El deporte es así. Antes, todos comentaremos con el café la paz interior de la madre de Iker, el beso de película, la locuacidad de Letizia y la venganza de J.J. a las «gilipolleces» The Times. Efectos colaterales de un hito al que contribuyeron «Iniesta de mi vida» -Camacho dixit– y Paco González, que comienza mudanza. El espejismo de la unidad porencimadetodo empieza a diluirse y todos volveremos a nuestro ser. Por favor.

P.D.: Este post se ha escrito teniendo en cuenta que, en principio, todo lo ocurrido es real y no ficción. Imaginemos por un momento que un día descubrimos que lo que nos cuentan la pequeña pantalla, facebook, twitter y la radio son una invención ideada por un tipo muy parecido a Ed Harris. Incluido el «te quiero un montón» de J.J. a Paco González. Reflexionemos.

Se puede

Es posible que si usted va a viajar desde España a Estados Unidos por motivos de trabajo, de forma temporal, además de pasar por el engorroso trámite del visado, en la última de las entrevistas en la embajada norteamericana en Madrid le hagan una pregunta atípica: ¿Qué opina de Garzón? De buena tinta -frase genial para este oficio digital– sale la anécdota; de buen rollo suponemos que querían saberlo los ojos que todo lo ven. Yes, we can.

El magistrado espera en La Haya la resolución de un proceso que, probablemente -aunque en las fechas que corren no se sabe-, se quede en unos titulares a cuerpo 48 que habrán enriquecido las hemerotecas de los ansiosos por llenar papel. El tiempo -perdón, la temporalidad- va más rápido en Internet, donde ya nos hemos olvidado del tema; así es la dictadura de la información. Aunque la duda ha surgido ya sin más: ¿los del Supremo se apuntarán a la huelga general y dejarán al juez plantado en el banquillo? Yes, they could.

Y sin embargo, la palabra «crisis» ha bajado su media de apariciones en los medios. Ahora preguntamos más -a todos, al músico, al cineasta, al político- por el Mundial, que es lo que nos toca. Los pasos de gigante se llevan a cabo, de todas formas, a una escala menor. Bisbal pone su nombre a un club andaluz y el vecino se prepara para caer en manos de un jeque. Cómo está el patio, oiga. Ayer charlaba con alguien sobre la gente que tiene chófer y avión privado, y me ha quedado clara una cosa: cuanto más tienes, menos interesante eres.

Bien. Como quedó prometido esto queda inaugurado. Sin fuegos artificiales ni nada, que del protagonismo se vive mal. Se intentará actualizar una vez a la semana, al menos, con notas y reflexiones que sobrevengan. No habrá mucho más. Sí, como me aconsejó un buen amigo, un cuidado especial por quien lea y opine y una voluntad sincera de contribuir. Eso sí, pasará un tiempo en construcción, como la vida misma. Gracias.